Andrés Gherlanz, ex jugador, actualmente “profe” de fútbol, se alarma ante la indiferencia que hoy genera una idea que atacó mediante el deporte el problema de qué hacen los adolescentes con sus vidas en los barrios más castigados de Mar del Plata.
Por Sebastián Arana
Un poco de historia I. Andrés Gherlanz es bien conocido dentro del fútbol marplatense. El “Flaco”, que podía jugar indistintamente de “2”, de “5” o de “9”, hace pocos años cerró una trayectoria de casi dos décadas de jugador de primera división en la Liga Marplatense en diversos equipos, entre ellos Libertad, Quilmes, Atlético Mar del Plata, Once Unidos, Alvarado y River, por citar algunos. Su pasión por este deporte lo llevó a la docencia y su campo de acción, casi desde que colgó los botines, son los barrios más sufridos de esta ciudad.
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Un poco de historia II. La contó el propio Gherlanz en una entrevista concedida el miércoles 19 de setiembre a “Dame Fútbol”, la emisión radial de todos los miércoles, de 20 a 22, en Radio Residencias. Y es la del programa municipal “Pasión de Barrio – Fútbol Callejero”, que comenzó con mucha fuerza en las postrimerías de la intendencia de Gustavo Pulti y que hoy marcha a la deriva, ignorado, “ninguneado” por la actual gestión. El ex jugador está vinculado a esa idea como “profe” en los barrios. Desde la primera hora, cuando recibía del Estado el apoyo necesario. Y todavía hoy, contra viento y marea, después de meses de abandono y sueldos impagos, dando la cara ante los chicos en el campo.
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“Aclaro que a mí no me interesa militar en partido político alguno, sólo lograr una continuidad para este proyecto. El programa “Pasión de Barrio – Fútbol Callejero” empezó durante la gestión anterior por iniciativa de María Eva Ayala y pertenecía a la Secretaría de Seguridad. En un principio, se generó algo muy bueno. Del primer torneo participaron nueve barrios de los más castigados de la ciudad. Yo trabajaba con grupos de treinta o treinta cinco chicos en Las Canteras, Villa Evita y Parque Palermo. En su mejor momento, involucraría a alrededor de trescientos pibes. En este proyecto el fútbol es apenas una excusa para acercar a los chicos a entrenar y a proponerles algunas reglas. Está dirigido, en principio, a varones y mujeres de entre 15 y 20 años, pero siempre fue elástico hacia abajo o hacia arriba”, relató.
Un video que puede verse en Youtube ( https://www.youtube.com/watch?v=3RRQKkdGzaQ&feature=youtu.be ) refleja cómo esta iniciativa impactó sobre los chicos de los barrios cuando todo funcionaba. “Con la excusa del fútbol, muchos se habían comprometido a ir entrenar dos veces por semana, a comenzar a estudiar. Hace cinco años que estoy con esto y he visto cambios positivos en los pibes. Muchos empezaron a estudiar, a trabajar, formaron su familia, intentan hacerse su casita. Y muchos de ellos con situaciones muy complicadas de arrastre”, continuó Gherlanz.
“Mi bronca es que, a partir del cambio de gestión, a este proyecto nunca se le dio bolilla. Hoy pasó al área de Niñez y Juventud de la Secretaría de Desarrollo Social. Pero no tiene que importar que la idea se haya generado durante la gestión de Pulti, lo que tienen que importar son los chicos. Si no les gusta Pasión de Barrio, que lo llamen de otra manera. Pero no lo abandonen. Hoy sigue a los ponchazos. Porque nosotros mismos, los “profes”, no quisimos abandonarlo a su suerte. Sólo se mantiene en pie en cuatro barrios. Nosotros volvimos a trabajar en enero, pero todavía los chicos no jugaron un solo partido. No hay colectivos para trasladarlos. No tuvimos respuesta a nuestros planteos. Los chicos van perdiendo la motivación, muchos dejaron de ir a entrenar”, cerró esta parte de la historia Andrés, hijo de “Yiya” Gherlanz, otro recordado futbolista de Mar del Plata.
¿En qué consiste el fútbol callejero?
El concepto de fútbol callejero no es una originalidad marplatense. Se juega en muchos países del mundo. Durante el Mundial Brasil 2014 se realizó un torneo paralelo a la competencia. Hoy mismo en Buenos Aires funciona con buen suceso.
Se juega sin árbitro, apenas con un mediador que interviene si algo se va de las manos. “La idea es que los chicos mismos resuelvan dialogando las situaciones conflictivas que pueden surgir en un partido”, explicó Gherlanz.
Se juega en tres tiempos. En el primero, los propios protagonistas del partido proponen las reglas a seguir. En el segundo se juega un partido propiamente dicho: con dos tiempos de treinta o veinticinco minutos cada uno. En el tercer tiempo, más allá del resultado, los dos equipos se reúnen y debaten sobre si las reglas se cumplieron.
Se le otorgan puntos al ganador del partido. Pero también al equipo que respetó las reglas, al que hizo participar verdaderamente a la mujer y al que se atrevió a encarar en su barrio un proyecto solidario. Así surgieron hornos de barro, plazas y varios baldíos se convirtieron en canchas más o menos decentes en distintos barrios. “En definitiva, no necesariamente el que gana todos los partidos sale campeón. Se premia otra cosa”, remató el “Flaco”.
Funcionamiento en Mar del Plata
Más allá de los torneos, el valor de “Pasión de Barrio” está en el trabajo semanal. Bajo la supervisión de “profes” como Gherlanz, los chicos entrenan un par de veces semanales con las mismas reglas que luego se establecen para los torneos. “Aprenden a valorarlas, a respetar algunos límites. Lo bueno es que al lado nuestro trabaja un operador terapéutico para ‘atacar’ las circunstancias propias de cada chico: violencia en la casa, adicciones, problemas para terminar el colegio, deseos frustrados de aprender un oficio. Muchos chicos en situación de riesgo se habían acercado porque en sus comienzos este programa andaba bien. Lamentablemente, muchos se piensan que es un torneíto de fútbol. No es así. Tengo la sensación de que ni los actuales funcionarios saben muy bien de qué se trata”, evaluó Andrés.
“Siempre nos dicen que tenemos que esperar, que sólo falta que autoricen las combis para los traslados. Como sólo era eso, este año decidimos reanudar los entrenamientos con los chicos. Pero seguimos sin novedades. Hoy somos cuatro “profes” y tres operadores terapéuticos y no cobramos hace seis meses. Se hizo un solo torneo y a pulmón, trasladándonos a pie con los chicos de un barrio a otro. Así el proyecto no funciona”, prosiguió.
“Uno igual intenta contagiar ganas, pero llega un momento en el que los chicos quieren jugar. Les encanta compartir con un compañero, la ceremonia previa (reunirse, ir tomando mate, cantando, entremezclarse con pibes de otros barrios), pero todo se define en un partido de fútbol. En esos cuarenta minutos, esos chicos son libres. No importa si te drogás, si robás, si te peleás, los problemas que traigas de tu casa…Esos cuarenta minutos son suyos y en esos cuarenta minutos son felices. A partir de ese partido, podés atacar un montón de frentes para ayudar a esos pibes, pero necesitas de ese partido. Por eso no entiendo que no le den bola a este programa”, remató.
Contención y una cuestión de voluntad
A Gherlanz nadie le tiene que explicar cómo se vive en un barrio humilde. “Nací, me crié y vivo en un barrio. Siempre digo que yo tuve las herramientas para elegir para qué lado ir. Hay chicos que no la tienen, que no tienen chances. Con Pasión de Barrio les planteamos a muchos de ellos que también tenían la alternativa de estudiar, de trabajar, de aprender un oficio.¿Sabés que necesitan esos pibes? Contención, ver que alguien se interesa por ellos, sentirse queridos, darle valor a sus vidas”, analizó.
“A Las Canteras -continuó- se dejó de ir y es un barrio lindo para trabajar. Ahí la droga está por todos lados. Me encontré con muchos chicos fumando y dejaban el porro un par de horas para ir a jugar a la pelota. No digo que después no lo agarraban…Pero entrarles a través del fútbol es una buena manera de empezar. Es muy importante lo del acompañante terapéutico. Esos pibes necesitan una mano y este proyecto puede dársela. Esta edad es muy importante. Vos entre los quince y los veinte decidís para dónde va luego tu vida. Esto no es fulbito, se trata de la vida de adolescentes”.
El ex futbolista no se explica cómo desde el Estado no se ataca el problema de qué hacen con su vida esos chicos. “¿Sabés qué es lo peor? Que me parece que sólo es una cuestión de voluntad. Es un colectivo por mes y pagar diez sueldos “chicos”. No estamos hablando de sueldos de treinta mil pesos por mes, estamos hablando de sueldos de seis mil pesos. Más un poco de materiales para entrenar. Esto no es un gran gasto, al contrario, es una inversión”, finalizó.